Después de que pasaran todas esas preguntas por mi cabeza tomé una bocanada de aire y abrí la puerta del dormitorio.
Cuando llegué al living había acomodado todo sobre la mesita ratona y estaba sentado sobre unos almohadones en el piso. Por un momento me quedé tildada mirándolo y volví a repasar todas esas preguntas que me había hecho minutos atrás. Y un segundo después fui y me senté en frente de él, donde estaba preparado mi plato y mi copa de vino.
Nos quedamos mirándonos uno al otro por unos segundos y después empezamos a comer.
Charlamos mientras cenamos y seguimos haciéndolo cuando se acabó la comida del plato. Me hizo muchas preguntas… sobre el viaje, sobre como la pase, que hice y que deje de hacer. Si no me dieron ganas de volver antes, si conocí a alguien, si extrañé… si lo extrañé a él. Muchas de las cuales no respondí.
Sabía que mis no respuestas generaban un silencio ensordecedor pero no podía contestar. Y si decía lo que realmente pasó era ponerme en una posición de vulnerabilidad que no me agradaba.
Después de un rato fuimos llevando las cosas a la cocina para ir despejando el living porque había traído una peli para que veamos.
Nos trajimos el pote de helado (cosa que siempre hicimos, nada de servir en compotera ni nada) de chocolate y limón junto con las frutillas, pusimos play a la peli y nos sentamos uno al lado del otro en el sillón.
Yo tenía el pote de helado en la falta y él cruzo uno de sus brazos por mi espalda.
Así, tratando de concentrarme en que estaba por comenzar la peli y comiendo el helado, me agarró la mano y empezó a marcar con su dedo índice las líneas de la palma de mi mano.
Después de unos minutos di vuelta mi cabeza para poder mirarlo de frente y decirle:
- Si no desocupamos nuestras manos se nos va a derretir el helado…
- ¿Importa mucho que se derrita? –dijo y fue acercando su cara a la mía hasta que quedaron solo unos centímetros-
- ¿A vos te importa? –dije con tono desafiante-
- No estaría acá si no me importara
- …mmm veo, ¿y que tanto te importa?
- A ver si esto responde tu pregunta… -en el momento en que terminó de decirlo me besó-
Fue como un beso de reconocimiento, fue lento, quizás demasiado. Un beso que probablemente ninguno de los dos quería terminar; pero lo hice.
Separé mi cabeza de él y busqué su mirada. Quería encontrar algo en ella, saber que sentía. Si el tenía las mismas dudas que yo.
Pero de repente su voz cortó mi línea de pensamiento.
- ¿Qué pasa?
- …Nada –dije y agarré el pote de helado que seguía en mi falda y lo apoye en la mesa ratona-
- Decime…
- Ya te dije, nada…
-Me agarró la mano y volvió a acariciarla- Estas distante…
- No estoy distante –dije a la defensiva-
- ¿A no?.. ¿y entonces? –me dijo y en su mirada había impaciencia-
- Bueno… puede ser –hice fuerza para pararme pero él me agarró y me obligó a permanecer sentada-
- … -no dijo nada, lo miré a los ojos y enarcó las cejas, entonces empecé a hablar-
- ¿Qué es esto?... ¿por qué estas acá?
- Estoy acá porque tenía ganas de estar con vos, y… ¿a que te refería con esto?
- Vos no haces estas cosas… o por lo menos hacia mucho tiempo que no las hacías.
- Y lo que te molesta es…
- Nada, no me hagas caso –por una milésima de segundo pensé en decirle que tengo miedo, que tengo miedo que nuestra “relación” sea solo algo que tenemos cuando tenemos ganas. Pero no lo hice-
- A ver… -dijo y se acomodo como para explicar algo- Emiliana nosotros sabemos como somos, lo que tenemos… lo que nos pasa…
- ¿Y que nos pasa?, digo… porque no me queda muy claro.
- Vos sabes lo que nos pasa… no hace falta que lo digamos. Nunca lo hicimos.
No contesté a esa afirmación. No tenía las fuerzas. Y en cierta forma él tenía razón, nosotros nunca nos dijimos lo que sentíamos. Y cuando digo nosotros enfatizo en que yo no logro aceptar ni reconocer que tengo sentimientos hacia Franco.
O mejor dicho, no le pongo las letras que tendría que tener.
Pero la noche no terminó ahí. Miramos las película uno al lado del otro. Nos besamos varias veces más, y cuando no lo hacíamos me agarraba la mano o me acariciaba la cara. En un momento sentí la necesidad de tenerlo cerca y me recline sobre su pecho.
Estuvimos así en el sillón entre abrazos, besos, caricias, besos, y más besos como hasta la cinco de la madrugada cuando en un momento se me cerraban los ojos y él decidió irse.
Nos despedimos con un largo beso. Apasionado. Por momentos no podíamos despegarnos. No quería que se fuera. Lo quería ahí conmigo, que me abrasara y no pensar en nada.
Pero nos despegamos, y cuando se fue quede con la cabeza apoyada en la puerta y con la sensación de que se me había ido la oportunidad de terminar con ese estúpido juego, pero con el gusto exquisito de sus labios sobre los míos.
Que la cuenten como quieran
Hace 8 años